viernes, marzo 16, 2007

Eficaz método

¿Una enfermedad puede resultar benéfica?
La respuesta es: depende.

¿De qué depende?
Pues de qué enfermedad se contraiga, un ejemplo, mis queridos lectores ausentes, es lo que me acaba de pasar a mí, una maldita diarrea me ha dejado un poco más flaco, la panza se ha reducido considerablemente al grado de que puedo abrochar mi fajo en el siguiente hoyuelo.

Pero es que he hecho del dos como no tienen una idea, lo feo del asunto es que parece que hago del uno y estoy a unos centímetros de Thalía con su cinturita de avispa.

Bueno, ya tomando el medicamento antibiótico necesario volveré a normalidad (en lo forma de hacer mis necesidades) y a mis actividades cotidianas como rascarme la panza en el trabajo este que me tiene como rey, sólo espero que la panza se quede así, o si se puede menos, casi como para decir !Oh Santa Diarrea, hazme el milagrito! y le hago la oración de la Santísima Necesidá.

Yo sé que usté no tiene necesidá de saber esto, ni yo de contarlo, pero mire mi estimado lector que atento está de estas lecturas, esto puede servirle de TVTips con eso de que hoy en día todo mundo quiere ser delgado, esquelético y bulímico, lo bueno es que acá no se vomita, y sí se logran aprovechar algunos nutrientes antes de que la maldita bacteria los saque a presión.

Es más deberían vender en la tele cápsulas de bacterias que causan diarrea, se harían muy ricos (venderé la idea).

martes, marzo 06, 2007

El pancracio

Célebre deporte mexicano de las cachetadas, llaves, vuelos y demás manoseadas.




Érase una vez, un pequeño niño que miraba atento la caja estúpida, inocente, tímido y atento; a través de esas imágenes encontró un 'deporte' en el que los hombres semidesnudos enfundados en máscaras llamativas y coloridas 'peleaban' a golpes de sudor y sangre a borbotones, para salir al final triunfantes en dos de tres caídas sin límite de tiempo y ganar... nunca supe qué.

Este pequeñín tuvo sus ídolos: Atlantis, como lo dijera su nombre, todo un Atlas, ídolo de los niños; el Rayo de Jalisco, el charro luchador, un trueno plantado en el cuadrilátero; Volador Jr. quien hacía honor a su nombre dando de brincos desde la tercera cuerda; Chippendale dejando a un lado los golpes para enloquecer a las damiselas con sus contoneos cadenciosos; el Vampiro Canadiense, cual Cuervo era otro de los favoritos de la muchachada, entre muchos más que han pasado a la historia sin pena ni gloria y otros que aún se mantienen.

El tiempo alejo al joven de los cuadriláteros, al menos de lo cerca que estuvo cuando fue a la Coliseo, aunque su gusto quedó latente en lo más profundo de su alma y sabía que en elgún momento retornaría a sus golpes.

Hoy en día ha regresado a su antiguo placer, con una sed de golpes que hasta lo han hecho dudar si tomó el camino profesional correcto o debería reflexionar y volverse el héroe de miles de fanáticos.


El llamado deporte del pancracio ha sido y será un ícono mexicano por excelencia (después del futbol obviamente) presente en mi vida debido a mi afición por el cuerpo masculino y al voyeurismo de violencia desmedida (llámese sadomasoquismo), pero más allá de lo macho que pueden llegar a verse estos hombres, se trata de un teatro en el que los individuos aprovechan su situación para poder toquetear a sus adversarios, dicho de otra manera jotería.