lunes, abril 02, 2007

In memoriam

Afuera de mi casa existió un árbol viejo y decrépito, una Casuarina equisetifolia L. según creo.

Pues él era un miembro más de mi familia, desde que recuerdo se encontraba ahí prendido del cemento, con su corteza arañada por el tiempo.

Su primer y único amor fue una orquídea, hermosa y rosada, la cual le entregaba su amor en el regazo de sutronco, era deslumbrante y al verle daba un cierto toque de mariconería a su follaje, ella rebozante de agua se amarraba a las ramas altas de él, casi dando toques de pasión suspensiva, hasta que llegó la niña y la asesinó.

A El Árbol le daba por invitar a vivir a cuanto se le ponía enfrente, ya fuera una iguana o lagartija, (era como lagartija pero grande como iguana) carbonera perdida, que recelosa me miraba con ojos obsortos de desorbitancia.

Cada inicio de verano explotaba de sus adentros un ejambre de termitas, anunciando que las lluvias se montaban sobre nuestros días y nuestra cabeza.

Casi simultáneas salían de las sombras unas hormigas gigantes, rojas y con alas, eran realmente enormes, y ni siquiera estoy seguro si eran hormigas, pero así les llamaban porque lo parecían. Una vecina las engullía presumiendo que eran comestibles, yo sólo la miraba. A pesar de todo eran bonitas, caminaban toscas por el piso, y volaban aún más estúpidas por los (medios) cielos, pero con todo y eso parecían inocentes, así que trataba de defendarlas a la menor amenaza.

Por las noche salían amarillos cazadores con su aguijón levantado en son de batalla, amenazando los desnudos pies de niños despistados que pasaban confiandos por las raíces, eran alacranes que habitaban en las entrañas de la caberna que hería un costado del árbol.

También era el compañero de mi bisabuelo, cuidaba de las resorteras que pacientemente tallaba Don Blas de las ramas de jóvenes árboles tumbados en la guerra, vigilaba las gordas duras que el anciano colocaba cual ejército de maíz a sus pies encementados y era el apoyo a la hora de reparar los viejos zapatos sobre el pie guardador de secretos.

Este viejo árbol es símbolo de infancia, el día que 'lo mataron' toda mi casa se levantó en luto, las 3 de la madrugada y todos tomando vaso de canela caliente, como en un típico velorio, atentos al insoportable ruido de la sierra que lo mutilaba para dejarlo reducido a leña y serrín.

Requiescat in pace