Con 8 años en sus manos camina por un pueblo que le parece deserticamente familiar, hojarascas de mangos corren con sus zapatos, mariposas nocturnas tapizando los adoquines, escalones enladrillados que conducen a un kiosco aún más solo que su pasado, bancas que exigen una plática sin destino aparente... dominado por las miradas paternales que refulgen de esperanza y las manos fraternales que con sonrisas le impregan su complicidad, no tiene la idea de donde se encuentra... solo siente lástima por las alas caídas.
sábado, marzo 12, 2005
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